viernes, 31 de julio de 2020

LA PATERA CARONTE


Fotografía: Leonor Montañés Beltrán.
Publicado en "El Castillo de San Fernando"

El mar tiene hambre, y cuando el mar tiene hambre le importa poco el hambre de los demás. Le importa poco hacia dónde va o de dónde viene, le importa nada todo. Y cuando el mar tiene hambre se viste de negro. Negro y racista, incongruente. Negro como la piel hambrienta, que por algo ha sido siempre negra el hambre. Negro como el hombre sin nombre, como el ser humano sin apellidos, como la mujer que aguanta el dolor cuando el sol se la está comiendo. Negro, como el calor cuando le deshidrata las entrañas. Negro como yo cuando miro al cielo y en vez de santiaguarme hago la señal de la espada.

A un lado del mar -el mar del dolor, Aqueronte, un Estrecho que no se acaba nunca- la miseria se empeña en dejar secuelas en la vida de la gente; de aquellos que suponen el paraíso, ilusos, que viene de ilusión. La ilusión de un mundo mejor.

Al otro lado el sueño inventado por gente sin escrúpulos que les venden un edén, que sí que existe, no nos engañemos, pero no para ellos. Para ellos la ruina de la incertidumbre, el posible regreso, ¡qué corto se hace el camino de vuelta! ¡Qué cerca está el fin del mundo!

Y en medio del mar, la patera, Caronte, en la que viajan almas en pena, ya la mitad sin vida, ya la otra mitad con la piel gastada. Desorientados, a merced del agua y de los vientos, a merced del mar que puede que se los trague, perdida la noción del tiempo y todas las demás nociones, sin más idioma que el de unos ojos que gritan de miedo.

Vienen cargados de imágenes: un horizonte oscuro, el rostro cansado, confusos, la mirada implorando, aliento de sangre, la pena de haber tenido que dejar el cuerpo sin vida de su hermano en el fondo de las aguas, la de meter a los hijos en el infierno porque el infierno es más seguro que su casa.

Caronte los abandona en una playa de julio que los recibe. Algunos con lástima y otros con la risa macabra del racismo, el chiste malo de quién no tiene gracia ninguna. Menos mal que no entienden el idioma, “sucios inmigrantes”, “vienen a robarnos lo nuestro”.

Menos mal que esos insultos duelen menos que el estómago vacío, que la sed que inunda sus cuerpos, que la fe en un Dios, se llame como se llame, que también, ¡que casualidad!, como Caronte, los ha abandonado. Menos mal que el racismo duele menos que el cuerpo ahuesado de los niños.

“Váyanse a su casa”. Menos mal que esta casa también es mía y en mi casa entra quien a mi me da la gana. Mía y de quien le auxilia y le da agua. Porque, enemigo xenófobo y racista, da la coincidencia de que éste país también es mío y a mí no me sobre nadie, al contrario, falta mucha gente que se ha quedado en el camino.

martes, 28 de julio de 2020

ADJETIVOS


                      Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

HE VISTO A MUJERES


                           Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

EL LLANTO

                     Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

COMO EL AIRE

                               
                       Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

EL CAMINO DE REGRESO


                                Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

SI PUDIESE HUMEDECER MI AIRE


                    Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

¿QUÉ?


                         Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

SIN DUDA

                    Del libro "El año que bebí de las aguas del leteo".

lunes, 27 de julio de 2020

BIOGRAFÍA

                                Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo"

sábado, 25 de julio de 2020

LA NO FERIA

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando"

La importancia del negocio local en cualquier ciudad es algo innegable y lo es por varios motivos. El primero es porque repercute directamente sobre nosotros, sobre mí, sobre ti, incluso sobre ellos. Consumir directamente en éstos contribuye a la recuperación y al desarrollo, explicar algo más sería extenderse en la evidencia y al fin y al cabo sólo entiende quien quiere. El segundo motivo es que ello crea empleo, no hace falta tener muchas luces para comprobar que las empresas que más contratan son las tiendas, los restaurantes y los bares.

Como somos egoístas por naturaleza – el egoísmo es una cualidad inherente en algunos – solemos olvidarnos de un tercer punto también importante y es que las personas que dirigen esos negocios y sus empleados son vecinos, amigos, gente a la que conocemos, gente en definitiva a la que tenemos cerca y aunque sólo sea por ese puntito egoísta al que antes he hecho referencia, que al parecer es el único que importa, deberíamos ser un poco más consecuentes.

Pero, ¿qué pasa?, pues pasa que además de egoístas tenemos la costumbre de culpar siempre a los demás de todas las cosas que nos pasan, sobre todo de las malas. Siempre que metemos la gamba es culpa de otros, somos tan perfectos que no erramos nunca.

Ha habido en esta ciudad tan sui géneris un tema que demuestra todo esto que os cuento. Y es que en un intento de relanzar la maltrecha situación en la que las secuelas de una pandemia ha dejado en el pequeño comercio, sí, ése, el de tu vecino, el de tu amigo, en el que trabaja algún allegado tuyo, ése mismo. En un intento, como digo de aliviar en la medida de lo posible la herida abierta se crea, durante unos días un evento, con la excusa de un bicentenario, para simplemente parar un poco la muerte casi segura de algunos de esos negocios, no voy a volver a recordar que ese comercio es del de tu vecino o el de tu amigo porque sería redundar en algo que parece que da lo mismo. O sí, debería hacerlo, a ver si de una vez alguno acaba por enterarse.

Pero insisto, aquí la culpa es de los demás siempre, incluso de los rebrotes de un virus que parecía que iba a cambiarnos la vida. Y como la culpa es siempre de los demás, no pasa nada, me voy a la no feria, sin mascarilla, pasándome por el forro, de donde sea, la distancia social que ya si me pasa algo echaré la culpa a quién ha organizado eso, que está muy mal eso de ponerme la miel en los labios y pretender que me quede en casa, o salga con mascarilla, que es un coñazo, o me tenga que tomar algo a un metro de distancia de mi colega, cagontó. Así que voy y si sucede el contagio ya veremos a quién le cargo el muerto. Y salgo mañana en las redes sociales a escribir sandeces de que en el pueblo hace falta dinero y hace falta trabajo y no una pamplina de feria que es un gasto innecesario. Pues por eso mismo, alma de cántaro, por eso mismo hay que hacer cosas como ésta para ver si así la economía se alivia un poco y el trabajo se conserva en la medida de lo posible.

sábado, 18 de julio de 2020

ARRASTRANDO CADENAS

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Sé de una que baila al ritmo de la noche, allí donde las luces de neón te guiñan y ciegan tu hombría y deslumbran las conciencias. Tiene los labios brillando pintados con forma de deseo, rojosangre. Las entrañas llenas de frio, las piernas marcando el camino que lleva hasta el placer, casi desnudas. La dignidad detrás de una mirada que amarga como la tuera. Los pechos marcados por las manos de aquellos que saciaron el rechazo de las esposas, la fantasía de aquellos maridos que se creen más hombres porque pagan. Tiene el color del subsáhara en la piel. Cambia dinero por sexo, sexo sin besos, que eso se los guarda para otro, que los besos no tienen precio.

No hay pena más grande que la de una mujer entregada a la noche. Diosa de un maquillaje que cubre las cicatrices de la necesidad, el lenguaje de las piernas que se abren en silencio, los gemidos inventados para que parezca que el placer le sale por la boca. El ego machista derramándose tan dentro que duele. El dolor haciendo agua dentro de sus párpados.

Uno tras otro, noche tras noche. No quiere, pero puede, está obligada a hacerlo. La misma rutina de siempre. Atada por los eslabones de la esclavitud, arrastrando esa cadena que le amarra la vida.

Y mientras piensa en los sueños que todavía le esperan, aquel trabajo decente que le prometieron y que hizo que se jugase la vida cruzando charcos, aquella deuda pendiente que nunca se acaba, aquel todo que se ha quedado en nada, aquella mentira que tanto tiempo después sigue siendo mentira. Es lo que tiene no tener nada, es lo que tiene estar a merced de la necesidad y del engaño, que el engaño nunca ha tenido escrúpulos, ni la necesidad tampoco.

Sé de otra con hambre de oro y sed de champán, de hoteles de lujo, calor en las entrañas, y piernas exclusivas, sus pechos sólo llevan las huellas de la riqueza, de manos curtidas de diamantes. Tiene la piel con la tersura de la seda y no es esclava de nadie, sólo quizás del lujo y el dinero. Vestido de Versace, zapatos de Prada, bolso de Louis Vuitton, la piel perfumada con Channel.

No hay pena más grande que el de una mujer entregada al dinero. Bótox debajo de la piel para parecer eterna, piernas que acaban en tacón de aguja. El lujo a raudales de cada noche.

Uno sólo, cuando ella quiere, porque quiere y puede. Que aquí las cadenas tienen eslabones de oro. Es lo que tiene tenerlo todo, aunque nada le sobra, es lo que tiene estar pendiente del lujo, que el lujo es adictivo y el lujo nunca ha tenido escrúpulos, ni la adicción tampoco.

Y también sé de un hombre que alivia el deseo a cambio de su dignidad, que hace de la mujer un objeto que, en mayor o menor medida, usa como puede. Del hombre que va dónde sea y paga lo que no tiene para intentar saciar su instinto animal, que eso si que es indigno, porque no hay nada más indigno que ser un juguete en manos de tu propio ego, ese ego que arrastras también como cadenas.

No hay pena más grande que la un hombre comprando el amor que no quieren darle.

AMEN, DEL VERBO AMAR

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Por eso cuando veo que le regala un beso, a oscuras, como los sonetos de Lorca, como la eterna realidad de Luis Cernuda, que le susurra ir en busca del tiempo perdido, como Marcel Proust en su formidable obra. Por eso entiendo sus miedos porque hace falta ser valiente para tener miedo, al fin y al cabo ¡Qué sabrán de amor esa piara de analfabetos!

Ha empezado la que para ellos es la semana más bonita del año, la más santa. Los dos están nerviosos. Dos pasiones, una metida en un armario y la otra que hoy se les nota en la cara.

In nomine patris..., se santiguan al entrar en la iglesia, con todo el respeto del mundo. Mucho más respeto que el que les tiene a ellos ese fanatismo religioso. Al fondo los espera la virgen, testigo mudo de un amor escondido. De un amor que no tiene por qué dar explicaciones.

La pasión de vestir a la virgen, la emoción misma de siempre: “cambiar primero las enaguas, ponerles el chaleco y la falda, la saya, con esmero. Mucho cuidado con la mangas y las puñetas, la cinturilla, prendida con imperdibles, de lado a lado, el cuello adornado con encajes, el manto, la corona, y al final de todo las joyas. Puñal en el pecho y cruz pectoral. La cruz, a la que si le das la vuelta es una espada que a veces se clava. En la cintura un Rosario, y en la mano un pañuelo…y en el corazón una pena”. La ven salir, tan guapa como siempre, y se miran y se guiñan por el trabajo bien hecho. Complicidad.

La fe mueve montañas, dicen, pero hay montañas demasiado grandes. Y a solas frente al altar, sueñan un imposible. Se ven de la mano, los dos de blanco, los dos felices, anillos, secretos, la magia del momento y un ramo de flores que será ofrenda para ella, su virgen, la única que sabe de un amor tan puro.

Y entonces es cuando yo pienso en la incongruencia de una Iglesia intolerante, que les niega el sueño a dos personas que se quieren tanto que tienen que esconderse. Una Iglesia que no es más que el espejo de una homofobia, todavía latente, que mira extrañado a dos personas del mismo sexo, en una sociedad que tiene los ojos tan sucios que ve lo malo donde no lo hay.

Y no sólo la Iglesia, es también una parte del mundo que se niega, como si tuvieran derecho, a ponerle trabas al amor…o a lo que sea, que a mí eso me da lo mismo. Así que, enemigo homófobo, deja que el tiempo siga, y mira la viga que dentro de tu ojo te va cegando, que nunca habéis sido ejemplo de nada. Y que cada cual se meta en la cama con quien le dé la gana, que por mucho que os pese, eso nunca ha sido ni será asunto vuestro. Amén, perdón, quise decir Amen.

DIFAMA QUE ALGO QUEDA

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán.
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Hace tiempo que ya no creo en el ser humano, sin discriminación alguna por razón de sexo, raza, religión, ni nada de nada. Y no creo desde que descubrí palabras disparadas en forma de calumnias, esas calumnias que son las balas de los cobardes. Desde que las he sentido en mis propias carnes, en las tuyas, incluso en las de ellos mismos, que nadie está exento de su propio veneno. Y he sido entonces consciente del arma de destrucción masiva que puede llegar a ser.

Ya en el año catapúm, allá por el 1625, el filósofo y escritor inglés Francis Bacon hizo suya la expresión popular “Calumniare fortiter aliquid adhaerebit” que traducido resulta que la calumnia se adhiere fuertemente a algo, dando origen a una de las expresiones que más verdad encierra. Difama que algo queda, dijo, sabedor el maestro de que el ser humano, sin discriminación, nunca estará exento de las malas lenguas. Las noticias falsas suelen atraer más que las verdades. Hasta tal punto llega que he visto a gente lamentarse de que un rumor fuese falso, cuando han sabido que la verdadera mentira era la maledicencia. No era verdad, pero estoy seguro de que a ellos les hubiese encantado que lo fuera. Todo esto no es más que la erótica de la mentira, la base de una existencia atestada de envidia.

Hace tiempo que no creo en el ser humano, sin discriminación tampoco por su nivel cultural, desde que he sido consciente de la hipocresía y he visto a gente de todas las calañas y raleas escupiendo envidias. Desde el analfabeto hasta el escritor, o escritora, que después de ciscarse en la obra de un colega y luego de ver el éxito de la misma no ha dudado un ápice en sentarse a su lado a alabar su obra y a lavar sus miserias. La ley de la conveniencia, esa misma que ahora le hace limpiar a lametones aquello en lo que antes, como digo, se ciscó.

Y hace tiempo que no confío en mi raza, por su ego, por su yoísmo maldito, maldito como todas las enfermedades del alma.

Por eso, aquí y ahora, y cada vez más, prefiero a los animales, sin la maldad que enseña el raciocinio, sin más interés que el de su propio instinto. Y por eso cuando la tierra se ha quedado sola, sin nuestra dudosa inteligencia, hemos comprobado que somos prescindibles. Sin otras especies en cambio el mundo sería un declive, supongo que porque ellos carecen de todo lo malo que a nosotros nos sobra a raudales. A cualquiera a quien le haya mirado un chucho con su mirada infinita sabrá perfectamente de lo que hablo. Y yo, mientras un perro me mira, me ladra, me aúlla reclamando una caricia y mueve el rabo como si fuera una sonrisa, me doy un festín pantagruélico a costa de la condición humana, sin discriminación.

LO JUSTO Y NECESARIO

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Y entonces Diógenes abrió las manos y vio que no tenía casi nada y que por eso lo tenía todo. Un poco de aire, el sol, una tinaja para resguardarse de la noche y los perros a su alrededor, lo que es un auténtico cínico, porque eres cínico - del griego "kyon", perro – cuando haces de la pobreza una virtud, algo que seguramente hoy, en este mundo tan sibarita, cueste entenderlo. Algo que seguramente hoy, donde tu valor depende de lo que tienes, resulta cuanto menos incomprensible. Algo que seguramente hoy sería motivo más que suficiente para que fueses víctima de la exclusión social. O un peligro para una sociedad que volvería la cara porque para ellos sería un loco.

La pobreza, tal y como la veía el sabio, como ejemplo de independencia, pues el más rico, pensaba, era aquel sabía vivir sólo con lo justo y necesario.

Vamos a lanzar un órdago de felicidad a un tipo que, aparte de la tinaja, vestía siempre con el mismo manto raído y sucio; con los pies descalzos lloviera, nevase o hiciera sol, con un báculo, un zurrón y un cuenco como único equipaje. Y lo del cuenco tiene su cosa porque un día vio a un niño bebiendo, por supuesto agua, directamente con las manos y tiró el cuenco, porque entendió entonces que eso era algo que no necesitaba, y por lo tanto, un lujo.

Todo lo que no es necesario es superfluo, genera dependencia y es, por tanto, un problema para alcanzar la plenitud de la vida, un lastre, entonces. El problema está en que este hombre era un sabio…y la mayoría de nosotros no. No hay parangón. Autárquico hasta donde no podríamos nunca llegar con nuestra imaginación, ni nuestra inteligencia.

…Y luego están los que hacen su vida a los ojos de los demás, los que hacen del bien material su modo de vida y convierten ésta en una lacra que no es, ni más ni menos, que, en vez de forjarse una opinión propia sobre lo que lo que está bien o está mal actuar en función de lo que opinan los demás.

Y así nos va. Gastando lo que no tenemos en lo que no necesitamos porque lo tiene alguien que, seguramente, tampoco lo necesita.

Por eso, cuando la pobreza va desaliñada, con la ropa sucia, con la mochila a cuestas a modo de zurrón, sin más paraíso que un horizonte que hay incluso quien no ve nunca porque se lo impide la pobreza del único bien material que realmente se necesita y que no es otro que el tiempo. Pobre de aquel que tiene el tiempo limitado porque es esclavo de la vida ajena, la vida de aquellos que te miran por encima del hombro porque se creen que tú no tienes nada y no son capaces de entender que tu renta mínima vital no es más que unas cuantas cosas, apenas nada, que ni siquiera tienen precio.

Perdón entonces, por la incongruencia, porque cuanto más admiro al maestro más culpable soy, y más analfabeto.

ENLACES DE PRENSA

CHICLANA, CASA DE LA CULTURA

Andalucía Información
https://andaluciainformacion.es/andalucia/870968/la-imagen-escrita-abre-sus-puertas-en-la-casa-de-la-cultura/

El Giraldillo


8 de enero de 2020


9 de febrero de 2020

Diario de Cádiz

10 de enero de 2020

Diario de Cádiz

9 de enero de 2020

El Periódico de Chiclana

8 de enero de 2020

Diario de Cádiz

14 de junio de 2019

Diario de Cádiz

2 de junio de 2018

Diario de Cádiz

23 de mayo de 2018

Diario de Cádiz

24 de enero de 2018

Periódico "Viva Cádiz"

28 de diciembre de 2017

Cádiz Noticias

10 de mayo de 2017

Diario de Cádiz

Revista Puente Chico


24 de agosto de 2016

Diario de Cádiz

9 de agosto de 2016

Diario de Cádiz

1 de julio de 2016

Diario de Cádiz


19 de mayo de 2016

Diario de Cádiz

Periódico de Chiclana

1 de mayo de 2016

Revista Puente Chico

27 de marzo de 2016

Diario de Cádiz

17 de marzo de 2016

El Periódico de Chiclana

1 de noviembre de 2015

Diario de Cádiz

1 de junio de 2015

Revista Puente Chico

27 de julio de 2013

Diario de Cádiz

Revista Flamenco

1 de noviembre de 2006

Revista Puente Chico

18 de mayo de 2006

Inauguración Feria del libro de Conil 

2 de febrero de 2006

Revista Puente Chico

1 de febrero de 2006

Revista el 7º de Chiclana


13 de enero de 2006

Periódico Chiclana Información

3 de enero de 2006

Presentación "El año que bebí de las aguas del Leteo"
Diario de Cádiz



26 de octubre de 2005

Programa Semana Cultural Michoacán en Chiclana

3 de diciembre de 2000

Diario de Cádiz
Recopilatorio "Jóvenes autores"