sábado, 26 de diciembre de 2020

FELIZ CUMPLEAÑOS

 

Déjame hoy jugar con el tiempo, el tiempo ese que descumple años, como tú, que no tienes edad, simplemente porque no importa la edad que tengas. Déjame meter en el olvido los años que restas al calendario. ¡Qué más da el tiempo cuando el tiempo eres tú!

El tiempo que aturrulla los momentos. El tiempo que te enseña amigos de verdad y amores a la deriva, te capacita para distinguir los besos de tuera o de azúcar, versículo de los años que te hacen hermosas dobleces allí donde la piel. Toque de seda.

Los años entonces son el tiempo que sí haces que pase desapercibido. Tiempo inexistente este tiempo tuyo, que sin embargo tú te crees que acumulas sobre los hombros. Los años rejuvenecen allí donde tu vida. Los años que vienen sin un nuevo mundo que se acurruca en tu regazo, los años que se van y te colman de experiencia, y son odas de memoria y rabia.

La vida continúa entonces resignada ante tu indiferencia, ante su negativa a envejecer, eterna de juventud.

Yo tampoco creo en la edad, sobre todo cuando se tienen ojos de infancia, ojos que nos miran y sonríen con las pupilas de par en par. La edad es la vida que tiene el tiempo y el tiempo no mide distancias. El tiempo lo que mide son acciones, bondades, ternuras...todo aquello intangible que nos define.

Mientras sigas teniendo curiosidad el tiempo no podrá medirse, porque es esta, la curiosidad, lo que nos diferencia, los que nos hace más jóvenes o más viejos. Pero no el tiempo, ni las edades, ni las arrugas, ni la presbicia de unas manos que siguen siendo capaces de engendrar caricias. Apogeo de vida, no vejez, la vejez para aquellos que se esconden en los temblores de unos ojos que apenas ven, pero no en los tuyos que siguen diferenciando el color de una puesta de sol, de unas nubes grisáceas que guardan una lluvia que no acaba de caer, el arcoíris de las flores, incluso el cuerpo endeble de una orquídea, tan fácil de mirar y tan difícil de ver.

Tal día como hoy el tiempo te puso en la tierra, te abrió los ojos curiosos que desde entonces andan al retortero. Tal día como hoy empezó tu vida, lo que eres hoy, aquí y ahora. Y ya mañana y siempre. Viceversa de infinito.

Tal día como hoy los cincos sentidos del mundo dieron a luz a la vida, así, como quien no quiere la cosa. Y aunque me contradiga, por esta negación inherente a mí a contar o a medir el tiempo, aunque me lluevan los golpes, ya indoloros, de aquellos que me señalan, les pongo -te pongo- en bandeja mis contradicciones para desearte simplemente, feliz cumpleaños.

viernes, 11 de diciembre de 2020

LOS FIELES DIFUNTOS



Ahora que la muerte celebra su onomástica, abriendo las cancelas de los cementerios y que toca recordar a mis fieles difuntos, tan fieles que por eso se los llevó a su vera. Ahora que la muerte te llena los ojos de pena y se te mete dentro y te saca los llantos. La muerte misma que te mira y macabra te espera y paciente te recuerda a veces que pasa a tu lado. La muerte que vive al acecho.

La misma muerte entonces que agarró a mi padre y se llevó a mi madre para que estuviera con él, tal vez por sentirse culpable de que ella fue quien los separó, allí donde esperan que pase esta vida, como un trámite injusto e innecesario.

La muerte que te revive de la vida eterna, si es que piensas que esta vida ha venido de paso, que es el futuro eterno que tenemos pendiente, la montaña movida por la fe que presume que después de la muerte vienen tiempos mejores.

No nos queda más remedio entonces que aceptarla, sentirla como nuestra, la machadiana nave que nunca ha de tornar.

La misma muerte entonces que vive distinta, dependiendo de cada cultura, dependiendo de cada pueblo, que no es lo mismo la muerte cargada de fe, que la muerte del que ni siente ni padece.

Hay quien tiene verdadera inquietud ante la muerte y se pasa la vida siendo un muerto en vida, como aquel magnífico poema de Neruda que habla de aquellos que mueren “muere quien no lee, quien no oye música, quien no se deja ayudar, quien se transforma en esclavo del hábito”, entre otras muchas cosas.

Hay quien no teme a la muerte y cuando se les arruga la piel la esperan con una sonrisa.

Nacimos para morir, eso es evidente. “Nada es tan cierto como la muerte”, dijo el maestro Séneca, el mismo que la esperó abriéndose las venas. Cada instante que pasa, cada respiro, cada risa, cada momento nos la acerca un poco más, ya depende de nosotros la longitud y las piedras que nos encontremos en el camino hacia ella.

Kierkegaard se mostraba crítico contra aquello que señalaba la muerte como algo positivo, como si se tratara de algo bello, como si el hombre cayese en un dulce sueño.

Es una obviedad que yo no sé quien tiene razón -tampoco quiero saberlo- lo que si es evidente es que al parecer no es lo mismo morir en España, que en México o en la India. No es lo mismo si muere un ateo como yo que un católico al que la fe lo lleva a ver la muerte como una espera en la habitación de al lado, allí donde algún día, según ellos, volverán a estar todos juntos. Volverán las oscuras golondrinas.

GRACIAS

 

Ya hoy, “Cálculo de derrota”, mi primera novela, está en la calle, disponible para todos aquellos que quieran dedicar su tiempo - siempre de agradecer porque no hay nada más valioso - a su lectura. Con quien lo haga tendré una deuda pendiente. Y dentro de un mes, “Siempre la duda”, un texto dramático, de drama, como dramaturgia, que se estrenará en la vecina localidad de Chiclana. Mi Chiclana. Iba a decir un texto mío, pero no es así, yo sólo he puesto la letra, el texto realmente es de Leonor Montañés, Lola García Sueiro, Gerardo Gabaldón, Fernando Fossati y María Reina...y de Luis María Rodríguez Rondán que ha puesto su enorme grano de arena componiendo una música que huele a mar. No se me ocurren mejores compañeros de viaje. ¡Y mira que es difícil que yo no ponga una mala cara!, pues nada, ni yo ni ninguno de ellos, lo cual significa mucho.

Todo esto viene a colación para contaros un poco sobre la ilusión, ya que esta mezcla de hechos y personas generan eso, ilusión. La ilusión de ver a gente que espera impaciente ojear el puñado de páginas de la novela, y que así te lo hagan ver y sentir -una ilusión contagiosa en este caso -, la ilusión de ver como tus palabras, tus acotaciones y tus pensamientos pasan de tu cabeza a un folio, y de ahí a un escenario - hecha magia en este caso -, la ilusión de cruzarte con personas que también la tienen y se les nota.

La ilusión tiene nombre de mujer, no hay nada entonces más femenino, es una esperanza, la esperanza de que suceda algo que se desea y se persigue, algo que es tremendamente atractivo para quien lo persigue. Es también un sentimiento de alegría por la satisfacción que te invade al lograr un objetivo, al conseguir eso que se desea intensamente.

René Descartes, escéptico como nadie, luchó contra ella y lo hizo con que se llama la la duda radical – siempre la duda – de aquellas ideas preconcebidas que lo alejan, según él, de una visión clara de la verdad. Todo aquello de lo que se dude, decía, debe ser considerado falso. Y por eso he soltado el lastre de algunas personas de las que he dudado siempre, porque creo que el maestro tiene razón, al menos en ese caso.

A punto estaba de hacerme ermitaño, pero habéis aparecido para empujarme de lleno y seguir. Y seguir con esa novela y con esa obra. Y lo que rondaré. Ya mañana el tiempo dirá, cuando los de la eterna duda de siempre apunten a la sien con el gatillo de la crítica infundada. Pero ya da igual, yo ya tengo la ilusión puesta allí, con vosotros, donde una novela y una obra de teatro me esperan a la vuelta de a esquina. Gracias. Gracias por la ilusión mía...y también vuestra. Una ilusión compartida es siempre una doble ilusión, fuegos de artificio para la vida.

LA RELIGIÓN DE LAS PALABRAS

 

Amo las palabras. Ojalá pudiera ponerlas todas en un texto, con su sonido y su significado, con lo que dicen y lo contrario. La palabra omnisciente que todo lo abarca, que todo lo abraza, que todo lo alcanza. Ellas lo son todo, poema incluso. Canción sin música, melodía de lo bueno y de lo malo.

Me santiguo ante ellas, siempre presentes. Significancia y significado de lo que nos rodea. La voz del que escribe, y también del que lee. También conciencia. También miedo. TODO.

A veces inesperadas, a veces pacientes, a veces susurro y otras grito. Hay algunas palabras imprescindibles, hay algunas palabras malsonantes. Cantón independiente de mis penas, bandera blanquinegra de mi patria, religión de los que sólo creemos en ella, en lo que dicen y en el silencio que guardan cuando callan.

Hay palabras que dan miedo, sin embargo: la enferma, el dolor y la muerte, la miseria, el fascismo, por ejemplo...y la desgracia. Hay palabras que enamoran, misiva de amor, poema y algunas miradas. Y palabras que suceden cual si no pasara nada.

Me gusta recrearme en ellas cuando están en tu cuerpo, en tu piel, dentro de ti, en la sonrisa en canal que te atraviesa la cara. Me gusta cogerlas al vuelo cuando mi musa me las acerca para que las aparee, palabra con palabra, manchando el folio en blanco que impaciente las espera, virginidad rota de su blancura inmaculada.

Tengo fe en la palabra, en aquellas que dependen del lugar que ocupan y cambia su significado si las cambia de lugar, de tono, o incluso de otra palabra. Que no es lo mismo izquierda que derecha aunque las dos son palabras que cambian según quien las dispara.

Puede ser vocablo, adjetivo, verbo, carne y hueso, sangre, tú, y puede incluso ser nada. Puede ser también palabra y su antónimo, verbo que se calla.

Y eco, y juramento, y promesa. Mojadas por la lluvia, mecidas por el aire, olvidadas por el tiempo, agarradas por tus manos, pronunciadas por tu risa, eternas, divinas y humanas.

Efímera, masculina, femenina, inefable, perenne, compasiva, ojalá, infinitas, soledad incluso, meliflua cuando eres tú quien las pronuncia, desgracia cuando sale de la voz del que maltrata. Y ataraxia, y arrebol del cielo cualquier tarde, y esdrújula y aurora y nostalgia.

Palabras. Punto y final...mi único dios omnipresente...¡oh, palabras!, que nunca se las lleve el viento, que entonces se queda el mundo vacío.

LADRONES DE SUEÑOS

 

Una vez soñé que leía todos los libros del mundo, que el tiempo era infinito y que las agujas del reloj se hacían eternas. Una vez soñé que descubría las madrugadas quedándome despierto para ver dormir a la persona que entonces parecía la más especial del mundo. Una vez soñe que acababa todos los poemas porque entonces existían sólo los finales felices.

Y soñé con puestas de sol que no cegaban, con silencios irrompibles que no ensordecían, y con preguntas que no eran impertinencias... y con abrazos que no eran hipocresías. Soñé también que los detalles no eran insignificantes, y que las miradas venían de frente, sin tapujos y sin miedos.

Una vez soñé que los sueños eran reales.

Hasta que descubrí la palabra tarúpido y supe que hay personas que tienen como único objetivo la infelicidad ajena, que disfrutan apagando sueños, ladrones que merodean a nuestro alrededor y que sólo reflejan en nosotros sus propios miedos, sus propias debilidades, sus propias frustraciones. Su propia cobardía. Gente tóxica.

El sueño es siempre el principio de algo, sólo depende de ti que que ese algo sea más, que se quede en el camino o que se acabe antes de empezar. Decirte que luches es obvio, pero yo te lo repito para luchar contra esos demonios que te gritan al oído que no puedes hacerlo. Claro que puedes, si quieres. ¡Adelante!, no hagas caso de esos que te dicen que ni lo intentes, que su mediocridad no allane tu morada. Ellos temen tu sorpaso, ellos que se han quedado en el camino y harán todo lo posible porque tú también te quedes. Su egocentrismo y su complejo de inferioridad no soportarían que tú lo consiguieras.

Y ten en cuenta otra cosa, esos mismos que han intentado detenerte justificando sus actos con lo que ellos llaman realismo, son los mismos que luego te esperarán apuntándote a la sien, para luego, decir que te advirtieron. Porque ellos se permiten el lujo de evaluar tus palabras y tus hechos...y lo que es peor, ponen nota incluso a lo que no haces.

Huye...huye de esa gente. Huir en este caso es la mejor opción, quizás la única. Aunque se servirán de artimañas para hacerte sentir mal...siempre encuentran la forma.

Una vez soñé...una vez anduve por la vida lleno de sueños, de ilusiones y gente de esa ralea me impidió seguir haciéndolo. Menos mal que a aprendí la lección y los recuperé pues no hay nada más triste que vivir sin la ilusión y sin la lucha que supone alcanzar un objetivo. Pero es cierto que para lograrlo tuve que soltar lastre y dejar cosas y personas en el camino, algunas incluso a las que quería. Pero no quedó más remedio.

Aférrate a tus sueños, a tus ilusiones. Y persigue hasta la extenuación aquello que deseas.

No es que los sueños se hagan realidad, es que los sueños son realidades.

viernes, 4 de diciembre de 2020

LA LETANÍA DE LO QUE NO PUEDE COMPRARSE

En este mundo atestado de materialismo y tan sibarita, por desgracia carecen de importancia esas cosas esenciales, invisibles a veces, que por el simple hecho de no tener precio no son valoradas por aquellos desafortunados de corazón, aquellos que tienen el alma en bancarrota la peor de las ruinas. La peor de las miserias.

Esa mirada que barrunta una rima consonante, el mar atravesando las entrañas de la tierra, las olas haciendo ruido a la orilla de la noche, la madrugada apareciendo allende el cielo se pinta de celeste, el tiempo que late insistente sístole y diástole donde habita el amor, el sueño remoloneando entre las sábanas, un abrazo curando cicatrices, el vis a vis de tus ojos con mis ojos, el reencuentro de esperanzas perdidas, el arrabal de tus dedos apagando mi piel, el ronroneo de la música que se confunde con tu voz, tu voz que se confunde con el aire.

El petricor cuando el agua anega las tardes de entretiempo, los colores del ocaso encendiendo el instante que precede a la noche, los gajos de estrellas asomadas a la vera de la luna, la vida que me queda por sentir, la vida que me queda por pensar, la otra vida que vendrá después de que mis ojos hagan mutis por la oscuridad infinita.

Las flores posando en la paleta de un jardín en primavera, la cama deshecha después de la batalla, tus labios haciendo enroque con los míos, los pájaros componiendo una melodía, el almanaque contando el tiempo que queda y el tiempo que pasa.

El eco de tus suspiros, la duda razonable, la fe que mueve montañas, el silencio voluntario que reinicia mis momentos, el deseo de tenerte entre mis brazos, la costumbre que he hecho de quererte, la nostalgia de cualquier tiempo pasado, mejor o peor, el calor de tu aliento cuando sucede un susurro, el miedo cuando apartas la mirada, los celos cuando callas porque estás como ausente, los sietes que ajirono a las banderas, la memoria que aterriza donde el tiempo, el olvido que aterriza en la memoria, los “te quiero”, los “lo siento”, los perdones.

Un ojalá temblando de ilusión, el infinito al final de tus piernas, el redivivo sueño de desnudarte, la rueca de mis manos en tu pelo, la sapiencia que razona libremente, el órdago que lanzo con palabras, el verso libre que sale desde dentro.

Y tu sonrisa abriendo en canal la vida.

Ahí tienes una letanía de cosas que no se pueden comprar con el maldito dinero. Verbigracia.

EQUINOCCIO

 

La llegada del otoño empuja a los estados melancólicos y por eso hago inventario de sentimientos en este equinoccio que se asoma por el calendario. Por este otoño enfermo que nos acerca un poco antes al aire oscuro que pinta las noches. Recapitulo.

Me he enamorado muchas veces y siempre he tenido la impresión de que he querido más de lo que me han querido, lo que me ha producido la agridulce sensación de la pena y la satisfacción. Por amor he dejado otras cosas importantes en el camino.

He visto la muerte de cerca y el hambre ajena me ha dado más lástima que la mía – hambre de comida y de otras cosas que también alimentan -. He puesto gotas de agua allí donde la sequía lo inundaba todo de pobreza. Cada vez creo menos en la palabra. Me ha demostrado la vida que los peores son los que pregonan odiar lo evidente. Tengo apego a los abrazos de la gente a la que quiero. Aborrezco todo bien material con la única excepción del tiempo y creo que ha llegado la hora de cambiar algunas cosas – y algunas personas – de lugar y/o de forma. Necesito respirar.

Tengo incontinencia sentimental y por eso tengo que aprender a callarme algunos te quieros, incluso a riesgo de que ese silencio sea luego utilizado en mi contra. Adoro las puestas de sol, preferiblemente si vienen sonando a marea. Prequiero muy rápido y desquiero demasiado lento, a veces en exceso. Me causa una enorme tristeza haber dejado de amar las veces que lo he hecho, pero entendí que era entonces necesario. No recuerdo la última vez que me dormí sin pensarte. He dejado al tiempo en presente para no herirme de pasado y no olvidar mi futuro. Sigo mojando mi cara con algunas historias y algunas injusticias. Acabo de releer el Quijote para descubrir cosas que no descubría de niño. Te necesito cerca.

Requiero – del verbo requerer – los momentos contigo. Soy incapaz de imaginar el mundo sin aquella primera mirada tuya. Pienso que la lealtad debería ser el motor del mundo, no sólo de mi mundo. Soy adicto al sabor de tu piel. Tengo un hueco detrás del estómago que suena a vacío. Me encanta oler tu pelo, sin que te des cuenta, cuando te abrazo.

Reivindico mi derecho a soñar una noche contigo. Tengo un puñado de ideas sin empezar siquiera, una puesta de sol que iba a ser hoy, equinoccio contigo sin ti. Me considero culpable de amor, con alevosía.

Pero de un tiempo a esta parte las fuerzas flaquean, la luz se apaga, se enciende, se apaga, se enciende, se apaga... pero todavía resiste por esta cualidad mía de seguir luchando, amando por encima de todas las cosas, sabiendo que hay vida mientras hay esperanza. Como una vela que se consume. Como el fuego cuando le falta el oxígeno. Como un llama, cada vez más endeble, débil por agotamiento. Como el sol, que ahora se marcha para encenderse en otros lugares donde lo esperan para la vida.

LOS CONSEJOS DEL QUIJOTE

Antes de que el escudero Sancho Panza entrara a gobernar su ansiada ínsula de Barataria, nuestro querido e ingenioso hidalgo don Quijote, hombre cultísimo donde los haya, le dejó como consejo un decálogo inspirado en un marco axiológico (esa rama de la filosofía que se encarga de estudiar los valores y, por ende, de los juicios valorativos) que tanta falta hacen hoy en día.

Lo más destacado de esa retahíla son los consejos espirituales en los que pone esa axiología al servicio del desempeño público.

En ellos don Quijote actúa como maestro, le habla con un profundo afecto – todo el que le permite su condición enajenada – tratándole incluso con el calificativo de “hijo”.

Lo primero, le dice, es “temer a Dios”, una profunda huella cristiana que asegura que el temor conduce a la sabiduría y ésta hace que el ser humano no se equivoque.

Lo siguiente que le aconseja es el autoconocimiento, “el más difícil conocimiento”, esencial en el proceso de formación. Quien trata de crecer más allá de sus posibilidades lleva sobre sus hombros el riesgo seguro de fracaso. Un camarón no puede tener el tamaño de una langosta sin lastimar su cuerpo. Este consejo, sin embargo, no es un desprecio a los orígenes humildes, sino una advertencia para los soberbios que actúan olvidando su pasado.

“Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje...” dice a continuación, ya que la condición humana es muy propensa a la critica así que, si nos anticipamos a los demás y somos nosotros mismos los primeros en reconocer nuestros errores y defectos, los dejaremos sin argumentos; al ver que es algo que no nos preocupa, ellos no podrán deleitarse de nuestro mal.

“La sangre se hereda, actúa por medio de la virtud y haz hechos virtuosos, así no tendrás que envidiar a los que son príncipes y señores. La sangre se hereda y la virtud se aquista. La virtud vale por si sola lo que la sangre no vale”.

El respeto a la familia es básico, incluso cuando los miembros de ella sean muy humildes.

“Nunca te guíes por la ley del encaje”, “hallen en ti compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico”, procura descubrir la verdad.

Si hay que escoger entre el rigor y la compasión inclínate siempre por lo segundo. Ser compasivo supera las exigencias de quien desea destacar por un rigor excesivo.

Y “si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.

Cuando hagas justicia aparta la injuria y fíjate en la verdad del caso, que no te ciegue la pasión propia.

Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, al contrario, muéstrate piadoso y clemente.

Y “serán luengos tus días, tu fama será eterna, tu felicidad indecible”. Palabra de loco, sentencias en cambio llenas de cordura. Alguien debería tomar nota.

HOY ES SIEMPRE TODAVÍA

 

El ruido incesante del despertador me trae, tantos años después, la voz de mi madre, esa voz irrecuperable que mientras cantaba preparaba el desayuno, ese recuerdo que se asoma al tiempo. Un desayuno distinto, con nervios, con el sueño metido todavía en los ojos. Me despertaba con la ilusión y las ganas de ver a los amigos y compañeros; a los maestros, a la niña más guapa del mundo de entonces y a seguir soñando -despierto- con que alguna vez me mirase. Ya lo de robarle un beso era algo más que una utopía.

Recuerdo todavía el olor de los libros nuevos, mi perfume favorito, efluvio de la sabiduría; me hice adicto en cambio al de las gomas de nata, alguna vez incluso tuve la tentación de morderlas. Recuerdo los nervios a flor de piel por las ganas de abrazar de nuevo a los amigos, de compartir un trozo de bocadillo, de celebrar los goles con los compañeros, de enviar esa declaración de amor metida en un papel doblado mil veces. Recuerdo todavía esos pequeños placeres.

Fui creciendo, y la niña más guapa del mundo se convirtió en una maestra que me quitaba el sueño y manipulaba mis hormonas. Pero la ilusión era la misma. La ilusión del primer día. Las mismas ganas de abrazar a los amigos, un abrazo que daba la bienvenida, un abrazo es un poema de amor escrito en la piel. Y aunque hay cosas que el tiempo había borrado, seguían todavía el olor de los libros, el ruido de la tiza arañando la pizarra, las ganas de amar, los ojos atentos a un mundo que se seguía abriendo en canal mientras algunos hacíamos planes de vida, un mundo que yo a veces quería ver a través de la ventana, por eso, otro de mis pensamientos era si el nuevo aula tendría ventanas que dieran a la calle.

Y ahora que ya la vida decae, hoy es siempre todavía. Y es mi hija la que desayuna, con el mismo sueño que yo entonces, y me asalta a preguntas: si tendrá la misma profe, si habrán cambiado de clase a alguna de sus cuatro mejores amigas, si seguirá en su curso el niño que le hace tilín en su pequeño corazón, aún virgen de penas y quebrantos. Tantas dudas, tantas preocupaciones, tantas preguntas.

Y me ha partido el alma el gesto triste de su cara cuando le he dicho que tenga cuidado, que no abrace a la maestra cuando llegue, que no juegue con sus amigas si no es a una distancia prudente, que por supuesto no comparta el agua ni el bocadillo. Y ella en cambio lo ha entendido. Y su última pregunta antes de salir de casa ha sido si se le olvidaba el lápiz, la goma, los colores, la libreta... Y la mascarilla.

viernes, 4 de septiembre de 2020

29 de agosto de 2020.- LUNA LLENA POÉTICA EN CONIL DE LA FRONTERA

De todos los momentos vividos alrededor de la poesía el de ayer fue, sin duda, especial. Ver a mi hija compartir conmigo ese instante, verla leer dos poemas míos, verla ser protagonista, verla nerviosa antes, durante y después...eso ya es inolvidable. Ella quedó encantada, yo también. esto, sin duda, me da vida y ganas de seguir.



Ana Rojas Gatica

Ana Rojas Gatica

VENDIMIA

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán

Cuando llega septiembre el aire huele a mi infancia y mi infancia huele a uva recién cortada. Un tajo que cercena la viña y corta de cuajo la fruta redonda que es pan y veneno. Pan de los jornaleros - de jornal, una de las palabras del diccionario de mi niñez -, veneno en cambio de aquellos que fueron y son adictos al zumo que se le mete en las venas y le empapa la sangre, y el hígado. Huelen septiembre y mi infancia también a bodega, a rancio abolengo, a moscatel, a vino dulce, a fino, a oloroso, a amontillado; a temporeros cortando la uva a pleno sol, sol que se mete en la piel y la riega con agua convertida en sudor.

La vendimia es el momento clave, lo que marca el futuro y la calidad del vino. La uva cortada a mano, de manera tradicional. La uva que a los niños nos sabía a gloria cuando robábamos a los camiones cargados, y que luego nos comíamos sin miramiento. Aún me huelen las manos a azufre, otro de los olores de septiembre.

Vendimia, que viene del latín “vindemia”, formados por vihum, que sigmifica vino y demere, que es cortar. Lo que sería cortar el vino, quitar el racimo de la vid. Caldo de los dioses. La vendimia es sinónimo de trabajo. Horas y horas cortando. El calor es lo menos, aquí lo que importa son las manos del hombre currando a destajo. Capazos y capazos llenos, uno tras otro. Gajo a gajo, racimo a racimo.

En el campo estallan las cepas, racimos con uvas, uvas que llevan dentro la sangre dulce, tan dulce que a veces se vuelve amarga. Sangre preñada de risa y de llanto, de alegrías y penas, de duelos y fiestas, de amores olvidados, de corazones rotos.

Bendito fruto del color de la sangre, sangre que llena barriles que hacen la vida sin término medio, o alegre o triste, o a veces ruina.

Vino que apaga la memoria y dice verdades.

Ahora todo es distinto. Y me causa una enorme tristeza ver a los temporeros durmiendo en la calle o hacendados en cuchitriles de mala muerte, sin agua siquiera, para ser explotados, esclavos del trabajo y de la miseria de un empresario sin escrúpulos ni dignidad que abarata los costes a costa del hombre. Y que luego vende una botella por miles de euros. O no te la venden porque lo suyo es alardear de que sólo los que son como él pueden pagarla. ¿Y cómo eres tú, rico o usurero?

MAR DE OTOÑO

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán

Ahora que hace mutis este verano tan distinto y llega septiembre a guardar el calor para el año que viene, ahora que las noches crecen y el sueño es más fácil de conseguir, ahora que empieza todo de nuevo, ahora es cuando yo vengo a estar contigo, mar. A solas. A recrearme en ti. A mirar como haces pedazos los rebordes de la tierra y la obligas a ser orilla. A nadar contigo, cada brazada es un abrazo. A hincar mis manos en tu arena, cada cavada es una caricia. A embelesarme y que me sigas pareciendo, como siempre, un trozo de cielo que ha bajado y ha venido a verme. A sentirte en cada bocanada de salitre que respira mi piel. A simplemente hacerme contigo compañía.

Y cuando vengo a esta playa de otoño, en este septiembre que siempre ha sido el principio de todo. Génesis de la rutina, este año principio también de otra incertidumbre. Cuando vengo a esta playa y veo entonces que las olas bailan la melodía que sopla el viento, que te tragas la luz de cada día, que me evades de la realidad que la vida me sugiere. Aquí me tienes mar de otoño, como te he tenido siempre. Tu eres beso, deseo, pensamiento, recuerdo entonces, olvido luego. Vaivén que va y viene. Cierro los ojos. Respiro. La espuma tiene dibujados exámetros de plata y deja sus huellas en las olas, y las olas dejan sus huellas en mis huellas. La brisa me ciñe la camisa. El agua me entierra los pies. Oigo tu rumor esconderse dentro de una caracola. Oirte susurrar, mar, es una nana para el alma, para esta soledad voluntaria que arranca de cuajo los malos momentos. Las nubes tapan el fin del mundo.

Cierro los ojos. Respiro. Me agarro a tu arena desierta. Me aferro a ti. Otra vez has consumido mi tristeza, como siempre, como tantas veces, como tantos años.

Supe una vez que el agua salada cura todos los males, bálsamo de Fierabrás, poción mágica que alivia también los dolores de dentro, los que a veces no se ven. El maestro Platón lo dijo en una de sus obras: “El mar todo lo cura”, Homero hizo que Ulises se bañase en agua de mar para fortalecerse. Dos botones de muestra.

Hay tres maneras de conseguir agua salada: a través del sudor, a través de las lágrimas y a través del mar. ¿Quien no ha sudado una gripe?, ¿quien no se ha desahogado con un llanto?, ¿quién no ha sentido alivio de pena paseando por la playa? La playa es mar. El mar es todo. Y tenemos la suerte de que nos rodea. Un centro de talasoterapia infinito. A disfrutarlo. Ahora que septiembre hace de él un paraíso cercano.

DE CUANDO EL TIEMPO PASA

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán

Allí está, a la orilla de la playa, con el agua lamiéndole los pies, con la sonrisa escondida, con la mirada afilada por los años. El tiempo se la comido lentamente y se ha instalado en su cuerpo: en el relieve de su piel, orografía de una experiencia que se acumula en los alrededores de su cara; en sus ojos con marcas de risas y de lágrimas; en los huesos enmohecidos de tantos inviernos; en las mañanas eternas que empiezan en la misma madrugada; en el olvido haciendo un nido en su cabeza; en los temblores que le ametrallan las manos; en la desnudez que vuelve la cara a los espejos; en las canas, maleza del tiempo que le aturrulla. Los años sí, han llegado ya después de una lucha incesante para sacar adelante la vida, esa que ahora le mira con respeto. La zona cero del tiempo.

No le pasa nada, tan solo está gastada, tan solo acumula cansancio, tan sólo está ante un destino inevitable. Se ha ganado a pulso las arrugas, el tórpido caminar que le hace más larga cualquier distancia y por eso desenvaina el báculo cuando, ya en la arena, se ayuda para la vida.

Ella, la dueña del tiempo que le ha abotonado la sonrisa, la misma que alguna vez tuvo mal genio, alguna vez derrochó ternura, alguna vez estuvo a punto de morir, alguna vez vivió un guerra, alguna vez una posguerra, alguna vez fue todo y alguna vez fue nada. Y ahí la tienes, disfrutando en cambio del tiempo libre que se ha ganado, de la vida que le queda, que ojalá sea mucha, que ojalá sea eterna. Yo la miro con todo el respeto y admiración, con todo el cariño que merece.

Al otro lado estás tú, riéndote de ella, con tu aberrante decadencia cultural, con tu juventud, y sería injusto no decirlo, con tu belleza – aunque lo que ha levantado tu hermosura ha derribado tu obra -, incapaz de saber que esas dos cosas serán lo primero que pase en tu vida y ya no quedará de ti nada, porque no te quedan valores.

Como digo estás tú, poniendo en duda su derecho a seguir viviendo, justificando con ella la ruina de un país al que, sin embargo, habría que ver lo que tú le produces, pero ese es otro tema. Tus frases lapidarias: “los ancianos viven demasiado y son un gasto innecesario, que si pensiones, que si gastos en medicinas. Habría que dejarlos morir, o sacrificarlos” se me clavan en lo poco que me queda ya de alma. Alma que me ha robado ya gentuza como tú, y como esos que están contigo y te ríen la gracia. La gracia que no tiene gracia ninguna.

Sacrifícate tú, te diría, pero nunca he deseado para nadie la pena de muerte, aunque es verdad que hay muertes que no me dan pena.

Y sólo me queda mirarte de reojo descubriendo el vacío que tu única neurona produce en tu cerebro, oyendo como tienes faltas de ortografía incluso cuando hablas. Y a ella en cambio, la veo alejarse del mar con la ayuda de aquellos que todavía la quieren, porque con los años también ha sabido ganarse el cariño.

Aprende. Aprende de esos años, de ese tiempo, de esa vida, de esas manos.

sábado, 15 de agosto de 2020

IGUALDAD DE CONDICIONES

 Fotografía de Leonor Montañés Beltrán

Antes de su última paliza empieza el calvario: los meten en un asfixiante cajón, con la cabeza ladeada para llevarlos lejos de sus pastos y de sus encinas, donde el animal, estresado, puede llegar a perder hasta cincuenta kilos. Antes del linchamiento hay que debilitarlo y para ello son sometidos a un encierro totalmente a oscuras para que de ese modo, cuando lo suelten, la luz y el grito fanático de los espectadores lo aterren y trate de huir – el toro, como animal herbívoro huye por condición natural, y sólo ataca cuando se le cabrea o cuando se le totura – sólo faltaba – . Y se le recortan los cuernos, afeitado que le llaman, para que el toro no sepa medir las distancias y así proteger al torero. Y le ponen peso en el cuello durante horas, y le golpean con sacos de arena los testículos y los riñones, y le provocan diarrea y le queman los intestinos poniéndole sulfatos y laxantes en el agua y en la comida, y se le unta grasa y vaselina en los ojos, para que apenas vea, y se le achicharran las patas para que no se quede quieto y se les rasgan los músculos del cuello para evitar que el animal haga movieminetos bruscos con la cabeza, reduciendo con ellos el riesgo de cornadas. Y se les induce al sueño, y se les meten bolas de algodón en las fosas nasales para que les cueste respirar.

Y ya en la plaza... el animal, negro como la pena, derrama sangre por la boca, a borbotones, antes de caer sobre el albero. Una espada de hierro homicida, puntiagudo, le hace la señal de la cruz partiéndole en dos el alma, atravesándole el corazón, allí junto a varias agujas cobardes bordadas con los colores de la patria.

El animal, negro como la pena, yace débil. Tortura eterna. Se le doblan las rodillas hasta que cae, a merced del aplauso de un público cruelmente exaltado.

Un cuchillo lo remata, dándole la puntilla, mientras el animal, negro como la pena, da sus últimas boqueadas de vida.Se le inundan los pulmones de sangre. Sangre roja, como mi sangre.

Ha muerto, rabiando. Negro, como el dolor.

Y, vestido de rosa y oro, un matador se ha manchado las manos de sangre, que se limpia sobre la piel, siempre negra, de un animal que patalea. Cuchillo en mano, con premeditación y alevosía, le quita la poca vida que queda a un toro ya sin fuerzas. Mana la sangre a destajo.

Me duele la mirada de ese ser moribundo. Lastima y araña mi condición de hombre, racional a veces, irracional casi siempre. Me da pena la mirada acabada del toro, me aterra la mirada sucia del hombre.

CINCO DE AGOSTO

...¿Y si yo te dijera, amor mío, que también temería a la madrugada? A aquella madrugada del cinco de agosto, como hoy, a todas las madrugadas desde entonces que también hieren como amenazas. Amenazas que en boca de algún político ignorante pasa a ser una blasfemia mezcla de provocación e ignorancia.

Miedo como aquellos que gritaron por aquí no pasarán, miedo al hambre y la miseria, miedo como el hombre del campo que implora al terrateniente, miedo a una guerra primero y después a una posguerra, miedo al racionamiento, miedo a un iglesia que siempre ha vivido del miedo y que fue cómplice de verdugos...y que áun lo sigue siendo.

Como el miedo que pasaron trece rosas en la flor de la vida. Trece rosas: Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria y Luisa. Catorce al final, porque a Antonia la mataron dieciocho meses después. Miedo, que es necesario tener miedo para ser valiente. Y ellas lo eran.

De testigo la tapia de un cementerio, que las paredes no hablan y no dicen nada de las balas que las acribillan. Balas que se meten en la piel y muestran la sangre roja, roja si, como la de los perdedores de una guerra infame. La sangre de trece jóvenes – siete menores de edad –, condenadas en consejo de guerra por el delito de “adhesión a la rebelión”, por ser militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, es decir, por pensar distinto.

Quien apuesta por la defensa de la vida acaba encontrándose con la muerte, enorme paradoja.

Y por vosotras, por las catorce, por el infinito número de cuerpos - que no de almas, porque vuestras almas son eternas - que hoy, cinco de agosto, hacen temblar las cunetas. Por vosotras, digo iba a usar la medianía de mi pluma para ciscarme en la desmemoria del secretario de un partido que, como sus más fieles secuaces, andan envalentonados difamanando vuestro recuerdo, pero quizás no debiera, mi acritud me llevaría tal vez al borde del delito, que yo no tengo su misma habilidad para moverme por la discordia, ni tengo su misma impunidad, ni tengo su misma aquiescencia y sería otra batalla perdida, como entonces, porque ellos se mueven mejor por todo el entramado de las mentiras y sus consecuencias, ellos están acostumbrados a la falacia.

Así que mejor me quedo con vuestro recuerdo, con vuestros nombres que ahora, donde se derramó vuestra sangre, tatúan las paredes del mismo cementerio donde os quitaron la vida.

Y a lo que Julia pedía en aquellas, su últimas palabras “me matan inocente...que mi nombre no se borre de la historia”...no te preocupes, compañera eterna, que tu nombre no se ha borrado de la historia, ni se borrará nunca.

viernes, 31 de julio de 2020

LA PATERA CARONTE


Fotografía: Leonor Montañés Beltrán.
Publicado en "El Castillo de San Fernando"

El mar tiene hambre, y cuando el mar tiene hambre le importa poco el hambre de los demás. Le importa poco hacia dónde va o de dónde viene, le importa nada todo. Y cuando el mar tiene hambre se viste de negro. Negro y racista, incongruente. Negro como la piel hambrienta, que por algo ha sido siempre negra el hambre. Negro como el hombre sin nombre, como el ser humano sin apellidos, como la mujer que aguanta el dolor cuando el sol se la está comiendo. Negro, como el calor cuando le deshidrata las entrañas. Negro como yo cuando miro al cielo y en vez de santiaguarme hago la señal de la espada.

A un lado del mar -el mar del dolor, Aqueronte, un Estrecho que no se acaba nunca- la miseria se empeña en dejar secuelas en la vida de la gente; de aquellos que suponen el paraíso, ilusos, que viene de ilusión. La ilusión de un mundo mejor.

Al otro lado el sueño inventado por gente sin escrúpulos que les venden un edén, que sí que existe, no nos engañemos, pero no para ellos. Para ellos la ruina de la incertidumbre, el posible regreso, ¡qué corto se hace el camino de vuelta! ¡Qué cerca está el fin del mundo!

Y en medio del mar, la patera, Caronte, en la que viajan almas en pena, ya la mitad sin vida, ya la otra mitad con la piel gastada. Desorientados, a merced del agua y de los vientos, a merced del mar que puede que se los trague, perdida la noción del tiempo y todas las demás nociones, sin más idioma que el de unos ojos que gritan de miedo.

Vienen cargados de imágenes: un horizonte oscuro, el rostro cansado, confusos, la mirada implorando, aliento de sangre, la pena de haber tenido que dejar el cuerpo sin vida de su hermano en el fondo de las aguas, la de meter a los hijos en el infierno porque el infierno es más seguro que su casa.

Caronte los abandona en una playa de julio que los recibe. Algunos con lástima y otros con la risa macabra del racismo, el chiste malo de quién no tiene gracia ninguna. Menos mal que no entienden el idioma, “sucios inmigrantes”, “vienen a robarnos lo nuestro”.

Menos mal que esos insultos duelen menos que el estómago vacío, que la sed que inunda sus cuerpos, que la fe en un Dios, se llame como se llame, que también, ¡que casualidad!, como Caronte, los ha abandonado. Menos mal que el racismo duele menos que el cuerpo ahuesado de los niños.

“Váyanse a su casa”. Menos mal que esta casa también es mía y en mi casa entra quien a mi me da la gana. Mía y de quien le auxilia y le da agua. Porque, enemigo xenófobo y racista, da la coincidencia de que éste país también es mío y a mí no me sobre nadie, al contrario, falta mucha gente que se ha quedado en el camino.

martes, 28 de julio de 2020

ADJETIVOS


                      Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

HE VISTO A MUJERES


                           Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

EL LLANTO

                     Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

COMO EL AIRE

                               
                       Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

EL CAMINO DE REGRESO


                                Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

SI PUDIESE HUMEDECER MI AIRE


                    Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

¿QUÉ?


                         Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo".

SIN DUDA

                    Del libro "El año que bebí de las aguas del leteo".

lunes, 27 de julio de 2020

BIOGRAFÍA

                                Del libro "El año que bebí de las aguas del Leteo"

sábado, 25 de julio de 2020

LA NO FERIA

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando"

La importancia del negocio local en cualquier ciudad es algo innegable y lo es por varios motivos. El primero es porque repercute directamente sobre nosotros, sobre mí, sobre ti, incluso sobre ellos. Consumir directamente en éstos contribuye a la recuperación y al desarrollo, explicar algo más sería extenderse en la evidencia y al fin y al cabo sólo entiende quien quiere. El segundo motivo es que ello crea empleo, no hace falta tener muchas luces para comprobar que las empresas que más contratan son las tiendas, los restaurantes y los bares.

Como somos egoístas por naturaleza – el egoísmo es una cualidad inherente en algunos – solemos olvidarnos de un tercer punto también importante y es que las personas que dirigen esos negocios y sus empleados son vecinos, amigos, gente a la que conocemos, gente en definitiva a la que tenemos cerca y aunque sólo sea por ese puntito egoísta al que antes he hecho referencia, que al parecer es el único que importa, deberíamos ser un poco más consecuentes.

Pero, ¿qué pasa?, pues pasa que además de egoístas tenemos la costumbre de culpar siempre a los demás de todas las cosas que nos pasan, sobre todo de las malas. Siempre que metemos la gamba es culpa de otros, somos tan perfectos que no erramos nunca.

Ha habido en esta ciudad tan sui géneris un tema que demuestra todo esto que os cuento. Y es que en un intento de relanzar la maltrecha situación en la que las secuelas de una pandemia ha dejado en el pequeño comercio, sí, ése, el de tu vecino, el de tu amigo, en el que trabaja algún allegado tuyo, ése mismo. En un intento, como digo de aliviar en la medida de lo posible la herida abierta se crea, durante unos días un evento, con la excusa de un bicentenario, para simplemente parar un poco la muerte casi segura de algunos de esos negocios, no voy a volver a recordar que ese comercio es del de tu vecino o el de tu amigo porque sería redundar en algo que parece que da lo mismo. O sí, debería hacerlo, a ver si de una vez alguno acaba por enterarse.

Pero insisto, aquí la culpa es de los demás siempre, incluso de los rebrotes de un virus que parecía que iba a cambiarnos la vida. Y como la culpa es siempre de los demás, no pasa nada, me voy a la no feria, sin mascarilla, pasándome por el forro, de donde sea, la distancia social que ya si me pasa algo echaré la culpa a quién ha organizado eso, que está muy mal eso de ponerme la miel en los labios y pretender que me quede en casa, o salga con mascarilla, que es un coñazo, o me tenga que tomar algo a un metro de distancia de mi colega, cagontó. Así que voy y si sucede el contagio ya veremos a quién le cargo el muerto. Y salgo mañana en las redes sociales a escribir sandeces de que en el pueblo hace falta dinero y hace falta trabajo y no una pamplina de feria que es un gasto innecesario. Pues por eso mismo, alma de cántaro, por eso mismo hay que hacer cosas como ésta para ver si así la economía se alivia un poco y el trabajo se conserva en la medida de lo posible.

sábado, 18 de julio de 2020

ARRASTRANDO CADENAS

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Sé de una que baila al ritmo de la noche, allí donde las luces de neón te guiñan y ciegan tu hombría y deslumbran las conciencias. Tiene los labios brillando pintados con forma de deseo, rojosangre. Las entrañas llenas de frio, las piernas marcando el camino que lleva hasta el placer, casi desnudas. La dignidad detrás de una mirada que amarga como la tuera. Los pechos marcados por las manos de aquellos que saciaron el rechazo de las esposas, la fantasía de aquellos maridos que se creen más hombres porque pagan. Tiene el color del subsáhara en la piel. Cambia dinero por sexo, sexo sin besos, que eso se los guarda para otro, que los besos no tienen precio.

No hay pena más grande que la de una mujer entregada a la noche. Diosa de un maquillaje que cubre las cicatrices de la necesidad, el lenguaje de las piernas que se abren en silencio, los gemidos inventados para que parezca que el placer le sale por la boca. El ego machista derramándose tan dentro que duele. El dolor haciendo agua dentro de sus párpados.

Uno tras otro, noche tras noche. No quiere, pero puede, está obligada a hacerlo. La misma rutina de siempre. Atada por los eslabones de la esclavitud, arrastrando esa cadena que le amarra la vida.

Y mientras piensa en los sueños que todavía le esperan, aquel trabajo decente que le prometieron y que hizo que se jugase la vida cruzando charcos, aquella deuda pendiente que nunca se acaba, aquel todo que se ha quedado en nada, aquella mentira que tanto tiempo después sigue siendo mentira. Es lo que tiene no tener nada, es lo que tiene estar a merced de la necesidad y del engaño, que el engaño nunca ha tenido escrúpulos, ni la necesidad tampoco.

Sé de otra con hambre de oro y sed de champán, de hoteles de lujo, calor en las entrañas, y piernas exclusivas, sus pechos sólo llevan las huellas de la riqueza, de manos curtidas de diamantes. Tiene la piel con la tersura de la seda y no es esclava de nadie, sólo quizás del lujo y el dinero. Vestido de Versace, zapatos de Prada, bolso de Louis Vuitton, la piel perfumada con Channel.

No hay pena más grande que el de una mujer entregada al dinero. Bótox debajo de la piel para parecer eterna, piernas que acaban en tacón de aguja. El lujo a raudales de cada noche.

Uno sólo, cuando ella quiere, porque quiere y puede. Que aquí las cadenas tienen eslabones de oro. Es lo que tiene tenerlo todo, aunque nada le sobra, es lo que tiene estar pendiente del lujo, que el lujo es adictivo y el lujo nunca ha tenido escrúpulos, ni la adicción tampoco.

Y también sé de un hombre que alivia el deseo a cambio de su dignidad, que hace de la mujer un objeto que, en mayor o menor medida, usa como puede. Del hombre que va dónde sea y paga lo que no tiene para intentar saciar su instinto animal, que eso si que es indigno, porque no hay nada más indigno que ser un juguete en manos de tu propio ego, ese ego que arrastras también como cadenas.

No hay pena más grande que la un hombre comprando el amor que no quieren darle.

AMEN, DEL VERBO AMAR

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Por eso cuando veo que le regala un beso, a oscuras, como los sonetos de Lorca, como la eterna realidad de Luis Cernuda, que le susurra ir en busca del tiempo perdido, como Marcel Proust en su formidable obra. Por eso entiendo sus miedos porque hace falta ser valiente para tener miedo, al fin y al cabo ¡Qué sabrán de amor esa piara de analfabetos!

Ha empezado la que para ellos es la semana más bonita del año, la más santa. Los dos están nerviosos. Dos pasiones, una metida en un armario y la otra que hoy se les nota en la cara.

In nomine patris..., se santiguan al entrar en la iglesia, con todo el respeto del mundo. Mucho más respeto que el que les tiene a ellos ese fanatismo religioso. Al fondo los espera la virgen, testigo mudo de un amor escondido. De un amor que no tiene por qué dar explicaciones.

La pasión de vestir a la virgen, la emoción misma de siempre: “cambiar primero las enaguas, ponerles el chaleco y la falda, la saya, con esmero. Mucho cuidado con la mangas y las puñetas, la cinturilla, prendida con imperdibles, de lado a lado, el cuello adornado con encajes, el manto, la corona, y al final de todo las joyas. Puñal en el pecho y cruz pectoral. La cruz, a la que si le das la vuelta es una espada que a veces se clava. En la cintura un Rosario, y en la mano un pañuelo…y en el corazón una pena”. La ven salir, tan guapa como siempre, y se miran y se guiñan por el trabajo bien hecho. Complicidad.

La fe mueve montañas, dicen, pero hay montañas demasiado grandes. Y a solas frente al altar, sueñan un imposible. Se ven de la mano, los dos de blanco, los dos felices, anillos, secretos, la magia del momento y un ramo de flores que será ofrenda para ella, su virgen, la única que sabe de un amor tan puro.

Y entonces es cuando yo pienso en la incongruencia de una Iglesia intolerante, que les niega el sueño a dos personas que se quieren tanto que tienen que esconderse. Una Iglesia que no es más que el espejo de una homofobia, todavía latente, que mira extrañado a dos personas del mismo sexo, en una sociedad que tiene los ojos tan sucios que ve lo malo donde no lo hay.

Y no sólo la Iglesia, es también una parte del mundo que se niega, como si tuvieran derecho, a ponerle trabas al amor…o a lo que sea, que a mí eso me da lo mismo. Así que, enemigo homófobo, deja que el tiempo siga, y mira la viga que dentro de tu ojo te va cegando, que nunca habéis sido ejemplo de nada. Y que cada cual se meta en la cama con quien le dé la gana, que por mucho que os pese, eso nunca ha sido ni será asunto vuestro. Amén, perdón, quise decir Amen.

DIFAMA QUE ALGO QUEDA

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán.
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Hace tiempo que ya no creo en el ser humano, sin discriminación alguna por razón de sexo, raza, religión, ni nada de nada. Y no creo desde que descubrí palabras disparadas en forma de calumnias, esas calumnias que son las balas de los cobardes. Desde que las he sentido en mis propias carnes, en las tuyas, incluso en las de ellos mismos, que nadie está exento de su propio veneno. Y he sido entonces consciente del arma de destrucción masiva que puede llegar a ser.

Ya en el año catapúm, allá por el 1625, el filósofo y escritor inglés Francis Bacon hizo suya la expresión popular “Calumniare fortiter aliquid adhaerebit” que traducido resulta que la calumnia se adhiere fuertemente a algo, dando origen a una de las expresiones que más verdad encierra. Difama que algo queda, dijo, sabedor el maestro de que el ser humano, sin discriminación, nunca estará exento de las malas lenguas. Las noticias falsas suelen atraer más que las verdades. Hasta tal punto llega que he visto a gente lamentarse de que un rumor fuese falso, cuando han sabido que la verdadera mentira era la maledicencia. No era verdad, pero estoy seguro de que a ellos les hubiese encantado que lo fuera. Todo esto no es más que la erótica de la mentira, la base de una existencia atestada de envidia.

Hace tiempo que no creo en el ser humano, sin discriminación tampoco por su nivel cultural, desde que he sido consciente de la hipocresía y he visto a gente de todas las calañas y raleas escupiendo envidias. Desde el analfabeto hasta el escritor, o escritora, que después de ciscarse en la obra de un colega y luego de ver el éxito de la misma no ha dudado un ápice en sentarse a su lado a alabar su obra y a lavar sus miserias. La ley de la conveniencia, esa misma que ahora le hace limpiar a lametones aquello en lo que antes, como digo, se ciscó.

Y hace tiempo que no confío en mi raza, por su ego, por su yoísmo maldito, maldito como todas las enfermedades del alma.

Por eso, aquí y ahora, y cada vez más, prefiero a los animales, sin la maldad que enseña el raciocinio, sin más interés que el de su propio instinto. Y por eso cuando la tierra se ha quedado sola, sin nuestra dudosa inteligencia, hemos comprobado que somos prescindibles. Sin otras especies en cambio el mundo sería un declive, supongo que porque ellos carecen de todo lo malo que a nosotros nos sobra a raudales. A cualquiera a quien le haya mirado un chucho con su mirada infinita sabrá perfectamente de lo que hablo. Y yo, mientras un perro me mira, me ladra, me aúlla reclamando una caricia y mueve el rabo como si fuera una sonrisa, me doy un festín pantagruélico a costa de la condición humana, sin discriminación.

LO JUSTO Y NECESARIO

Fotografía de Leonor Montañés Beltrán
Publicado en el Periódico "El castillo de San Fernando".

Y entonces Diógenes abrió las manos y vio que no tenía casi nada y que por eso lo tenía todo. Un poco de aire, el sol, una tinaja para resguardarse de la noche y los perros a su alrededor, lo que es un auténtico cínico, porque eres cínico - del griego "kyon", perro – cuando haces de la pobreza una virtud, algo que seguramente hoy, en este mundo tan sibarita, cueste entenderlo. Algo que seguramente hoy, donde tu valor depende de lo que tienes, resulta cuanto menos incomprensible. Algo que seguramente hoy sería motivo más que suficiente para que fueses víctima de la exclusión social. O un peligro para una sociedad que volvería la cara porque para ellos sería un loco.

La pobreza, tal y como la veía el sabio, como ejemplo de independencia, pues el más rico, pensaba, era aquel sabía vivir sólo con lo justo y necesario.

Vamos a lanzar un órdago de felicidad a un tipo que, aparte de la tinaja, vestía siempre con el mismo manto raído y sucio; con los pies descalzos lloviera, nevase o hiciera sol, con un báculo, un zurrón y un cuenco como único equipaje. Y lo del cuenco tiene su cosa porque un día vio a un niño bebiendo, por supuesto agua, directamente con las manos y tiró el cuenco, porque entendió entonces que eso era algo que no necesitaba, y por lo tanto, un lujo.

Todo lo que no es necesario es superfluo, genera dependencia y es, por tanto, un problema para alcanzar la plenitud de la vida, un lastre, entonces. El problema está en que este hombre era un sabio…y la mayoría de nosotros no. No hay parangón. Autárquico hasta donde no podríamos nunca llegar con nuestra imaginación, ni nuestra inteligencia.

…Y luego están los que hacen su vida a los ojos de los demás, los que hacen del bien material su modo de vida y convierten ésta en una lacra que no es, ni más ni menos, que, en vez de forjarse una opinión propia sobre lo que lo que está bien o está mal actuar en función de lo que opinan los demás.

Y así nos va. Gastando lo que no tenemos en lo que no necesitamos porque lo tiene alguien que, seguramente, tampoco lo necesita.

Por eso, cuando la pobreza va desaliñada, con la ropa sucia, con la mochila a cuestas a modo de zurrón, sin más paraíso que un horizonte que hay incluso quien no ve nunca porque se lo impide la pobreza del único bien material que realmente se necesita y que no es otro que el tiempo. Pobre de aquel que tiene el tiempo limitado porque es esclavo de la vida ajena, la vida de aquellos que te miran por encima del hombro porque se creen que tú no tienes nada y no son capaces de entender que tu renta mínima vital no es más que unas cuantas cosas, apenas nada, que ni siquiera tienen precio.

Perdón entonces, por la incongruencia, porque cuanto más admiro al maestro más culpable soy, y más analfabeto.

ENLACES DE PRENSA

CHICLANA, CASA DE LA CULTURA

Andalucía Información
https://andaluciainformacion.es/andalucia/870968/la-imagen-escrita-abre-sus-puertas-en-la-casa-de-la-cultura/

El Giraldillo


8 de enero de 2020


9 de febrero de 2020

Diario de Cádiz

10 de enero de 2020

Diario de Cádiz

9 de enero de 2020

El Periódico de Chiclana

8 de enero de 2020

Diario de Cádiz

14 de junio de 2019

Diario de Cádiz

2 de junio de 2018

Diario de Cádiz

23 de mayo de 2018

Diario de Cádiz

24 de enero de 2018

Periódico "Viva Cádiz"

28 de diciembre de 2017

Cádiz Noticias

10 de mayo de 2017

Diario de Cádiz

Revista Puente Chico